Por Jessica Ayala Pérez
A propósito de la locura mediática que viviremos estos días gracias al lanzamiento del tráiler de Fifty Shades Darker, considero que vale la pena discutir el papel que desempeña Anastasia Steele y el impacto que ha conseguido con el público femenino. ¿Comenzamos?
A lo largo de la historia el placer femenino siempre ha sido un tabú y tristemente lo anterior ha desencadenado que el “honor” esté íntimamente vinculado con la sexualidad de la mujer, es decir, ejercer tu sexualidad libremente con quien te plazca, inmediatamente te convierte en un p*ta, zorra, fácil, etc.
Si retrocedemos a la literatura del siglo XIX encontramos a las grandes femme fatales como Carmen, Madame Bovary y Ana Karenina, personajes femeninos que transgredieron el orden social establecido de aquella sociedad rígida y además, burguesa. Hay que recordar que a grandes rasgos, el discurso hegemónico durante el XIX que se impuso para establecer los roles de género fue el siguiente: al hombre le correspondía el ámbito público, era un ser social y se le atribuyen otras características como la fuerza, poder, jerarquía; por otro lado, la mujer pertenecía al ámbito privado, debía permanecer al cuidado del hogar por lo que se le atribuyen la debilidad, subordinación y sumisión. Por esta razón, las protagonistas antes mencionadas se convirtieron en las llamadas mujeres fatales porque desmitificaron la imagen de la mujer angelical y virtuosa.
Ahora bien, Anastasia Steele se ha convertido en la gran heroína de los últimos tiempos por su supuesto “empoderamiento femenino”. Considero esto un grave error y hasta cierto punto preocupante ya que E.L. James utiliza el masoquismo femenino —disfrazado pobremente de BDSM— como el descubrimiento erótico que marca el inicio de una vida sexual que luce bastante atractiva y prometedora para la virgen protagonista. A primera instancia, me parece que Ana es reducida a un objeto sexual, pero antes de continuar con este aspecto vamos a recordar como es el tal Christian y porque todas se vuelven locas por él. Pues bien, el señorito Grey ejerce el rol dominante en la relación: es el soltero multimillonario más codiciado de la ciudad de Seattle, dueño de su propia empresa, además de guapo y popular: Ningún hombre me había impactado como Christian Grey, y no entiendo por qué. ¿Porque es guapo? ¿Educado? ¿Rico? ¿Poderoso? No entiendo mi reacción irracional (James 2011, 19).
Sin embargo, el príncipe azul contemporáneo encabeza un enigma. Nadie sabe sobre su vida privada y esto es porque mantiene relaciones sadomasoquistas con mujeres a las que contrata específicamente para esa función. Estas relaciones constan de contratos confidenciales firmados por ambas partes (Grey-Sumisa), por lo tanto, la imagen del perfecto Christian Grey se mantiene intacta ante los ojos de la sociedad. La figura del “hombre perfecto” presenta una serie de conflictos para Ana, ella misma es la que se somete a una relación dominante que desencadena diversas inseguridades que la exponen y la hacen sentirse inferior. La protagonista tiende a reducirse a través de comparaciones, ella misma se configura como una persona tímida e insegura, por esto siempre se restringe a ciertas actitudes y comentarios que la minimizan:
“Kate siempre se las arregla para cazar hombres. Es irresistible, guapa, sexy, divertida, atrevida… Todo lo contrario que yo.” (James 2011, 85)
“Toda mi vida he sido muy insegura. Soy demasiado pálida, demasiado delgada, demasiado desaliñada, torpe y tantos otros defectos más […]” (James 2011, 53)
“Me ruborizo de alegría. Christian Grey me considera guapa. Entrelazo los dedos y los miro fijamente intentando disimular mi estúpida sonrisa. Quizá es miope.” (James 2011, 109).
Cuando Christian se reúne con Anastasia para exponer la relación que él desea tener con ella hay una serie de situaciones en las que se evidencia el poder del rol masculino, situación en que la protagonista, a pesar de su vacilación, termina por aceptar:
CG: —Bueno, aparte del acuerdo de confidencialidad, habrá un contrato que especifique lo que haremos y lo que no haremos. Tengo que saber cuáles son tus límites, y tú tienes que saber cuáles son los míos. Se trata de un consenso, Anastasia.
AS: —¿Y si no quiero?
CG: —Perfecto —me contesta prudentemente.
AS: —Pero ¿no tendremos la más mínima relación? —le pregunto.
CG:―No.
AS:—¿Por qué?
CG:—Es el único tipo de relación que me interesa.
AS:—¿Por qué?
Se encoge de hombros. —Soy así. (James 2011, 103)
Las normas del contrato que debe firmar Anastasia constan de reglas estrictas que debe acatar al pie de la letra. Este reglamento incluye cuestiones como las horas que debe dormir, los días y el tiempo necesario que debe ejercitarse con un entrenador personal para tener una buena condición física, la ropa que debe vestir —la cual tiene que ser aprobada por Christian—, y por supuesto, la aceptación de que el “amo” tiene el poder absoluto sobre su cuerpo. A continuación presento las más “relevantes”:
1) La Sumisa garantizará que duerme como mínimo siete horas diarias cuando no esté con el Amo.
2) El Amo proporcionará a la Sumisa un entrenador personal cuatro veces por semana, en sesiones de una hora, a horas convenidas por el entrenador personal y la Sumisa. El entrenador personal informará al Amo de los avances de la Sumisa.
3) Durante la vigencia del contrato, la Sumisa solo llevará ropa que el Amo haya aprobado.
4) La Sumisa obedecerá inmediatamente todas las instrucciones del Amo, sin dudar, sin reservas y de forma expeditiva. La Sumisa aceptará toda actividad sexual que el Amo considere oportuna y placentera […] Lo hará con entusiasmo y sin dudar. (James 2011, 106)
¿Estamos hablando de una relación “consensuada” de amo-sumiso o de que Ana es la esclava de Grey?
A partir de estas normas, pareciera que hemos retrocedido dos siglos atrás, regresando a la ideología decimonónica en donde a la mujer se le reduce a un objeto sexual, como productora de placer, encerrada en una especie de esfera y aislada en un cautiverio femenino en el que no tiene derecho de alzar la voz, en resumen, la mujer está dedica a SU hombre. No debemos pasar por alto el constante acoso de Grey hacia Ana por medio de una abusiva, inexplicable y extrema preocupación: le llama al celular constantemente durante el día, le compra un auto nuevo, le envía cientos de mails, le impone a un tipo que la vigile 24/7 para protegerla porque tal parece que Ana es bastante torpe y no sabe cuidarse de nada ni nadie, incluso le dice que por favor deje de trabajar, si ya tienen todo lo que quieren y ella no necesita de su salario. Pero sin duda lo más ridículo de todo es cuando Ana comienza a trabajar de asistente en una editorial y es acosada por su jefe, al enterarse de esto Christian pierde la cabeza y c o m p r a la empresa para tener bajo vigilancia al jefe de su ahora novia formal. Porque claro, la solución más evidente es que tu novio se convierta en el jefe de tu jefe para que éste deje de acosarte.
Este es el imaginario de “mujer ideal” que se construye a través de Anastasia Steele: una estudiante universitaria que conoce a un hombre poderoso y en cuestión de días, se vuelve su centro de atención, abandonando sus ideales y el derecho que tiene sobre su propio cuerpo, con el único objetivo de satisfacerlo a él para poder mantenerlo a su lado… ¿por amor?
Mi postura tal vez sea un tanto extremista pero es agobiante la visión que la sociedad contemporánea ha mantenido vigente sobre la mujer en entero condenada a la funcionalidad de un artefacto sexual, donde se reduce el rol femenino al de un objeto, el cual debiera mantenerse a la subordinación del hombre para satisfacerlo, disfrazado de una historia aparentemente de “amor”. Me parece terrorífico que plasmen a una mujer que se siente constantemente insegura porque no cree ser lo suficientemente buena y capaz de satisfacer sexualmente a un hombre.
Pensemos, tan solo imaginemos, a todas esas mujeres que no han recibido una educación sexual adecuada y lean (ya sea por convicción y/o recomendación) este “manual” ―considerado así, por algunos críticos y público en general― sobre cómo debería ser una relación heterosexual “normal”. Anastasia Steele se ha convertido en una especie de “heroína”, porque a pesar de ser tímida, insegura, inteligente y linda pero no lo suficiente como su mejor amiga Kate para atraer hombres, tuvo la gran F O R T U N A de que el joven Grey se fijara en ella.
Ideología, sociedad y mercadotecnia han trabajado en conjunto para que el público siga consumiendo con voracidad estos productos que son reflejo y resultado de la cultura en la que estamos inmersos en pleno siglo XXI. Aquí radica el poder del lector, aunque claro, no todo el público tendrá mi misma lectura y pensarán que Anastasia es reducida a un rol sexual marginado, pero esta es la recepción que tuve de ella. Y a propósito de esto, como literata, como mujer joven, incluso como simple lectora, no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo por las razones expuestas anteriormente y vaya que es difícil tratarlas en conversaciones cotidianas con fans de la trilogía. ¿Qué puedo hacer yo, una simple mortal para lidiar con estas situaciones y no morir en el intento? Para hacerles entender a los lectores, que ellos tienen el poder, de que efectivamente pueden leer lo que más les guste, pero también que merecen un contenido mucho mejor del que se les ha ofrecido durante los últimos años y que por ejemplo, si están interesados en la literatura erótica por ahí tienen a grandes como JUAN GARCÍA PONCE, CAROLINA LUNA, CRISTINA PERI ROSSI, MAYRA SANTOS FEBRES y una lista interminable de escritores increíbles que nadie conoce.
Mis expectativas distan del discurso dirigido específicamente al público femenino que ofrece la trama de la obra y espero este post haya servido un poco para reflexionar sobre nuestra no querida Anastasia. Y por supuesto, ya estoy esperando con ansias el estreno de la película… en cuevana.

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