Con la aparición del hashtag #MeTooEscritoresMexicanos han salido una serie de éstos como #MeTooMúsicosMexicanos #MeTooPeriodistasMexicanos y #MeTooArtistasMexicanos que nos llenan la espina dorsal de escalofríos, el estómago de agruras y los ojos de lágrimas. Como consecuencia también vinieron olas de respuestas que incluían otros como #YoSíTeCreo y #YoSíTeCreoPeroConPruebas
Hay muchas razones por las cuales una mujer decide callar o no hacer una denuncia pública o legal. El miedo suele ser la primera razón. ¿Pero miedo a qué? Son varios factores:
- Revictimización: Cuando una víctima declara haber sido violentada, la sociedad se encarga de culparla y hacerle sentir todo el peso de la duda. Preguntas como: ¿Qué traías puesto? ¿Te resististe? ¿Segura que no querías, si estabas con él? Todo eso afecta y hace a la víctima dudar de sí misma, se siente culpable y violentada por las autoridades y la sociedad. Mejor callar.
- Falta de apoyo: La palabra del abusador suele tener más peso que la de la víctima, como dijimos, a la víctima se le cuestiona y se la pone en el centro de la discusión, dejando de lado al verdadero delincuente. Cuando nadie te cree y todos te señalan como la culpable, se siente esa falta de apoyo por parte de las personas quienes deberían protegerte. No confiamos en las autoridades porque no existe un apoyo real hacia las víctimas. Nuevamente, preferimos callar.
- Acoso y amenazas: Pueden ser en persona o en las redes sociales. Usualmente, cuando una mujer publica haber sido atacada o acosada, es motivo de burlas, de revictimización y hasta de amenazas. Muchas mujeres han tenido que cerrar sus cuentas en redes sociales por este tipo de sucesos. Quienes denuncian viven con miedo de que esas amenazas se cumplan y por eso, decidimos callar.
- Normalización: Sí, es posible que lo que nos pasó lo hayamos normalizado a tal punto que ya no nos parece importante. Es algo normal que le pasa a todo el mundo, por eso no debemos hacer tanto escándalo, no debemos denunciarlo porque es algo común. Y, pues, no, no es normal a pesar de ser común y debería ser un acto aberrante que debe ser denunciado. Pero la normalización es la manera en la cual la persona se protege del trauma para poder seguir con su vida. Internamente tiene miedo de aceptar que le pasó algo horrible y decide banalizarlo en su mente y callar.
- Amenaza directa del agresor: Este es diferente al punto 3. Porque esta víctima no denuncia porque su agresor directamente la tiene amenazada, no es un anónimo en redes sociales. La víctima vive en un constante temor a que el abuso se repita y verse envuelta en una serie de violencias si lo cuenta. Decide callar por miedo a su seguridad.
- Represalias: Quiere decir que tenemos miedo que el agresor tome acciones en contra de nosotras para lograr revictimizarnos, culparnos, dañar nuestra reputación o nuestra carrera. Invalidar nuestro testimonio y que la sociedad nos tache de histéricas, mentirosas y exageradas. Incluso temor a correr peligro de muerte o violencia física.
Me puse a pensar que en algún momento yo quise hablar pero no lo hice por miedo. Es decir, puedo gritar a los cuatro vientos que me acosó un hombre que no conozco en la calle, hacer un escándalo si un hombre en una red social me manda un DM guarro no solicitado y hasta puedo contar en voz alta las veces en las cuales fui acosada o me sentí en peligro pero me doy cuenta que hay UNA anécdota que, si la cuento, no puedo decir su nombre por miedo. Me quedé en un limbo, reflexionando sobre aquello durante varios días y fue cuando decidí sacar lo que tanto me pica por dentro.
Tengo miedo de decir su nombre porque mi acosador está en las altas esferas de poder del Departamento de Cultura de la UADY. Incluso dudo en escribir esto por el miedo mismo, tengo miedo a las represalias que pueda tomar contra mí si se llega a enterar que por fin dejé de callarme. Pero aquí va.
Nunca pensé que esto fuera a pasarme a mí, al menos no con esta persona, ya que siempre lo vi como un tío o una figura paterna. Lo conocí cuando hice mi servicio social, me dedicaba a gestionar eventos. Mi supervisor, mis compañeras y yo hacíamos un buen equipo. Mi experiencia fue muy buena, al punto de querer trabajar con ellos en el futuro. El hombre a quien llamaremos Pepe, por decir un nombre cualquiera, era nuestro jefe y lo veía en la oficina todo el tiempo y se fue ganando mi confianza poco a poco. En ese entonces, yo tenía un pequeño negocio, de tal manera que a veces llevaba a vender en la oficina. Me interesaba darme a conocer, quería poner un negocio real más adelante, de tal manera que a veces le regalaba a Pepe alguna que otra cosa, incluso llegó a encargarme un par, las cuales le cobré. Y hasta ahí, todo bien. Realmente yo pensaba que esta persona quería ayudarme y me apreciaba, sentía que valoraba mi trabajo.
El servicio social terminó. Cuando entré a trabajar allí nos veíamos más y la verdad es que nos llevábamos bastante bien. Solíamos tener los mismos puntos de vista en las reuniones y trataba de apoyarlo porque realmente me parecía que tenía sentido lo que planteaba. Quería trabajar bien y buscar a alguien que pensara como yo que también me apoyara para que mis puntos no fueran ignorados o desechados. Pensé haber encontrado en Pepe un aliado para ello, además, quería ser más que una empleada más, quería tener un puesto allí y si Pepe podía ayudarme a lograr eso, no veía por qué no llevarme bien con él y que viera lo buena que soy en mi área. Mi intención nunca fue que me contratara, simplemente, que me recomendara o que me tuvieran en cuenta porque podía hacer bien las cosas y esforzarme mucho.
Lamentablemente, aunque me gustaba este trabajo, me mantenían con la promesa de que me iban a pagar así que busqué otro. Aunque malabareaba para mantener ambos, no lo conseguí y terminé renunciando al primero por falta de pago, al final, me dieron menos de la mitad de lo que trabajé. Pepe se me acercó durante ese tiempo y nos volvimos amigos, o eso creí yo.
Un día me invitó a una reunión con sus amigos en un bar. En ese entonces yo tenía novio, le pedí que fuera conmigo y acepté la invitación. Pensé que estaba haciendo avances y que me presentaría a gente importante para que yo encontrara un mejor empleo. La reunión fue divertida e interesante y no pasó nada en particular hasta que algo me llamó la atención. Mi novio fue al baño y yo me quedé sola con el grupo, Pepe se me acercó y me preguntó si estaba usando perfume, le contesté que sí y él dijo que le gustaba mucho su aroma. Yo sólo le di las gracias y no lo vi como algo malintencionado aunque algo dentro de mí lo sintió como que extraño. Pero como las cosas habían ido muy bien, lo dejé pasar. No había nada fuera de lo común en una salida de amigos. Cantamos, reímos, bebimos y todo muy bien. La noche terminó y yo volví con mi novio a casa.
No volvimos a vernos hasta uno de tantos días, me dijo que habría otra salida con amigos. Mi novio no podía ir y yo tenía dudas sobre aceptar. Me sentía rara, nerviosa, ansiosa. Como si algo no estuviera bien pero no había indicios de que algo fuera mal. Pero dentro de mí me comían las ansias como si algo muy malo fuera a pasar. Mi novio me alentó a ir a la reunión porque capaz y conseguía un trabajo o me proponían algún proyecto. Así que acepté ir. Pepe dijo que podía pasar por mí porque iríamos a un lugar que estaba cerca de mi casa, tampoco estaba segura pero no tenía auto ese día y terminé aceptando. En el auto platicamos sobre que en mi trabajo actual yo no trataba nada de mi área a pesar de que me pagaran medianamente bien y que estaba buscando otro trabajo. Él me comentó que podría hablar con alguien para preguntar si tenían vacantes en el Departamento de Idiomas y proponerme como una excelente referencia. Por fin, pensé, mis esfuerzos habían dado frutos y el trabajo que realicé durante mi servicio me respaldaba. Fuimos a un bar donde sólo nos esperaba UN amigo. Me sacó de onda pero pensé que no habrían llegado los demás, en la reunión anterior asistió mucha gente. Pero nadie más llegó. Me medí y bebí sólo un vaso de alcohol y me mantuve lo más abierta posible. Después de todo en la reunión anterior él me había presentado como la «pupila bajo su ala». Sus palabras. Y yo confiada, dejé pasar las horas sin darle mucha importancia a la ansiedad que todavía me seguía molestando. Sobre todo porque Pepe había estado bebiendo un poco más de la cuenta.
En una de esas, su amigo se paró al baño y yo me quedé con Pepe sola en la mesa. Recuerdo que de pronto me puse muy tensa. No sé si fue la pose que él adoptó o si hizo algún movimiento porque de pronto sentí el ambiente pesado pero no se me ocurrió una razón para levantarme de la mesa. Y ocurrió esta conversación:
– Bueno, sólo quiero decirte que lo que pase a partir de ahora será lo que tú quieras.
– ¿Perdón? ¿Cómo que lo que pase a partir de ahora?
– Pues, mira, tú eres una mujer hermosa, inteligente, con un cuerpazo y muy divertida y, pues, no creo haber malinterpretado las señales.
– No entiendo de qué señales estás hablando – para este momento, cuando enumeró mis cualidades, en vez de sentirme halagada, sentí asco de mí misma -.
– Es que me apoyas en las reuniones, siempre eres muy agradable, me has regalado cositas, eres siempre atenta y considerada…
– No sabía que ser amable era dar señales, pero puedo dejar de serlo si quieres.
– Woo, tal vez lo malinterpreté.
– Sí, totalmente. Pero creo que lo dices porque estás borracho, mañana en la mañana ni te vas a acordar – y lo dije porque de verdad quería que le echara la culpa al alcohol ya que no quería bajarlo del pedestal, cual pendeja, porque me dolía un chingo que estuviera pasando algo como aquello.
– No, no. Llevo pensando eso desde hace mucho tiempo – juro que sentí que se me cayó el alma a los pies cuando escuché esto -. Desde que te vi entrar a la oficina cuando comenzaste tu servicio social me gustaste pero, ajá, hubiera sido raro que te saltara encima desde el primer momento. Te hubieras asustado.
– Estás borracho. Déjalo ya.
– Aparte dijiste que estabas molesta con tu novio y aún así viniste hoy conmigo, eso significa que quieres algo más.
– Estaba molesta con mi novio porque no vino a pesar de que le insistí mucho y tampoco sabía que salir con amigos y con la persona que consideras te puede proponer un buen trabajo significa que quiero acostarme contigo. Yo realmente te consideraba mi jefe – cambió de postura, donde me miró entre la admiración y la burla, y no sé de dónde saqué las fuerzas para seguir hablando -. Tienes esposa y tres hijas, yo tengo novio, y aunque ninguno de los dos tuviera pareja o hijas, no me pondría en una situación así. Yo quise ser amable y realmente te consideraba mi amigo. Además, respeto a mi novio y sobre todo RESPETO a tu esposa y a tus hijas, a tu familia, para intentar algo así.
– Yo respeto a mi esposa, ella y yo… Lo que tenemos es muy abierto, yo viajo mucho. Además, yo me hice la vasectomía, así que no hay peligro de embarazo.
– No me importa si tú tienes una manera de respetar a tu esposa, no es la mía y no es el tipo de respeto que le tengo a mi novio. Sigue siendo NO.
– Está bien. Y, mira, seguro esto te va a pasar en TOOOODOS los trabajos que tengas en el futuro porque eres guapa, inteligente, eres atenta, tienes un cuerpazo, cantas hermoso, eres divertida… Seguro tus jefes en algún momento se interesarán en ti. Y también seguro que no es la primera ni será la última vez.
– No, no ha sido la primera vez que alguien se me acerca sólo por sexo. Y tampoco será la última, pero me aseguraré de estar lista cuando pase.
Y así lo rechacé. Cuando su regresó del baño, aparenté estar lo más calmada que pude y salí con la excusa de recibir una llamada, cuando era yo quien llamé a mi novio. Estaba histérica y le reclamaba por no haberme acompañado cuando se lo pedí. Lamentaba no haberle hecho caso a mis instintos, que fui una idiota por no haberlo visto venir. Me preguntó si quería que fuera por mí. Le dije que no. Que no iba a dejarle ver cuánto me había afectado, que si venía, me vería como una persona débil. No, que yo vería cómo irme y le avisaría. Le colgué. Estaba furiosa e histérica. Quería llorar de rabia pero no podía. Volví a la mesa y nos quedamos un poco más. Cuando Pepe se distrajo, le pedí a su amigo que me llevar a casa, por alguna razón fue lo que mi instinto me dijo que hiciera, porque ya con los sentidos alerta me di cuenta que no estaba interesado en mí ni una pizca y que no me haría nada. No podía estar segura pero me arriesgué. Cuando nos levantamos para irnos, Pepe se sacó de onda que me fuera con su amigo y no con él. La excusa que había dado era que Pepe estaba demasiado borracho y no quería irme con él a casa por eso. Su amigo también había tomado y no lo conocía tanto, también le pareció extraño pero no comentó nada frente a nosotros. De tal manera que, ya en el auto y en camino de vuelta, su amigo me preguntó si Pepe me había dicho algo, abrí la boca para afirmarlo pero me quedé pensando. En un segundo cambié de parecer, se me fue la rabia y me inundó el miedo.
¿Qué ganaría diciendo que sí? Se armaría un escándalo, podría meterme en problemas, estaba recién graduada y podría no volver a encontrar trabajo nunca porque Pepe tiene conexiones por todos lados, conoce a todo el mundo. La mayoría, sino es que todos, los altos mandos en el Departamento de Cultura de la UADY son hombres, se solaparían entre ellos y dañarían mi reputación para protegerlo, nadie volvería a valorar mi trabajo; en el mejor de los casos sólo me verían como una puta que intentó ligárselo para obtener un puesto. Y empecé a dudar sobre mi propio trabajo, tal vez no era tan buena como me creía, tal vez me sobrevaloré demasiado y en realidad sólo sentí que conseguí mis méritos porque tenía la aprobación de Pepe porque yo le gustaba y pensó que así conseguiría acostarse conmigo.
Finalmente, cerré la boca, y sólo la volví a abrir para pronunciar un pausado «No». Me aferré a la excusa ya dada y el resto del camino me la pasé callada. Cuando llegamos a mi casa, el amigo me preguntó si de verdad estaba bien, le dije que sí y entré. Tal vez las cosas hubieran sido diferentes si le contaba pero también le tuve miedo porque pensé que si le decía le iría a contar y las cosas se saldrían de control. Más de lo que ya se habían salido.
Al día siguiente, me sentía asqueada, triste y sucia. Me llegó un mensaje, era de Pepe, preguntándome cómo estaba que volverían a salir. Le dije que enferma, que no iría, y me contestó que fue por no haberme ido con él. No le contesté más. Nunca más. Él tampoco volvió a enviarme mensaje ni a invitarme a salir con sus amigos y, obviamente, la propuesta de trabajo se esfumó.
Estuve triste muchos días, a veces lloraba porque me sentía tan infravalorada, débil y tonta. Sentía que era mi culpa, que debí darme cuenta que ningún hombre vería mi trabajo y se enfocarían en mi cuerpo y en que querrían acostarse conmigo. Mi novio en ese entonces, me acompañó cuando decidí contarle todo y le pedí que no dijera nada, que podría poner en peligro mi carrera. Le dije que tenía miedo. Y esa impotencia, ese miedo, era lo que me ponía tan triste. Me sentía inútil, mal, tan pequeñita que a veces no soportaba verme al espejo por el simple hecho de sentirme tan, tan pero tan estúpida.
Ha pasado aproximadamente un año y hoy me animo a contarlo. Por mucho tiempo me sentí dolida, desilusionada y culpable. Pero entendí que no fue mi culpa. Yo quería un amigo, quería un jefe con el cual llevarme bien, quería un trabajo, quería conexiones para poder hacerlo bien pero no así, nunca así. Yo jamás le dije, ni siquiera insinué de manera sutil, que quería acostarme con él porque NO, JAMÁS SE ME PASÓ POR LA CABEZA. No me atrevo a acercarme al Departamento de Cultura por miedo a encontrármelo. Porque no sé cómo yo reaccionaría. Si me echaría a llorar, si me pondría furiosa, si le insultaría o le gritaría, si lo expondría frente a todos y terminaría armando un escándalo que podría arruinar mi carrera y dañar mi reputación.
Y seguro habrá gente que me exija el nombre y yo me negaré a dárselos, hasta que yo me sienta lista lo voy a hacer, no cuando a esos se les dé la gana. Tampoco voy a pedir que me crean a pie juntillas, no voy a rogar porque me apoyen ni mucho menos voy a suplicar comprensión, yo no soy ese tipo de persona. Yo cuento esto porque ya no quiero seguir callando, para sacármelo del pecho, para que deje de doler, para hacerme entender que lo que él dijo no es verdad. No me va a pasar con TOOODOS mis jefes, no tengo porqué aguantar acosos. Y retractarme porque NO TENGO POR QUÉ ESTAR LISTA PARA CUANDO PASE PORQUE NO DEBE PASAR. Y si en algún momento sí sucede, no pienso aguantarlo ni intentar justificarlo o echarme la culpa. Nunca más. Lo único que sí haré es invitar a las víctimas a no quedarse calladas. Juntas somos más, en la sororidad nos apoyamos. Yo sí nos creo.

Feministas haciendo contenido. Escucha nuestro podcast: Lo que callamos las Violetas.