Por Miranda Campos

Hay que escucharse con mayor frecuencia. Mi cuerpo me dio varias señales, todas las ignoré pensando que no era grave. No lo imaginé, tenía 21 años.

Aunque no queramos prestar atención, el cuerpo nos obliga.

Hace 5 años mi cuerpo se hizo escuchar de la única forma que pudo, quebrándose. Trastabillé y al intentar detener mi caída, el paso firme rompió mi pierna. ¿Por qué se rompió tan fácil? Por un tumor. Me lleva la chingada. Tumor. Lo operan, prometen que caminaré pronto. Un mes después de esa cirugía llegaron mis resultados de patología: tumor maligno.

Me lleva la chingada x2.

Recuerdo el vacío que me absorbió, lo agredida que me sentí con semejante noticia. Apenas veía cómo mi vida despegaba y de repente mi propio cuerpo me cerraba las puertas, me traicionaba. Colapsé golpeándome la cabeza una y otra vez contra el sillón en donde me recuperaba de mi primera cirugía, llorando, pensando que sólo a golpes podría aceptar el diagnóstico.

Me llevó la chingada x3: cuando mi oncólogo designado sugiere que tomara una radioterapia que acepté de buena fe y resultó ser innecesaria, complicó todo y me secó la rodilla por un año. Me llevó la chingada x4 cuando en estudios de rutina me encuentran metástasis pulmonar, 19 tumorcitos en mis pulmones.

Quienes me conocen saben que cuento mi historia con humor y serenidad. Lo hago así porque estoy convencida que si hablo con miedo, esa sensación me terminará dominando. Vi claro esto cuando un día intentando calmar la preocupación de mi madre, respecto a si me deprimiría o no por mi metástasis, le dije:

“…quiero que sepas que te quede claro, yo la llevo a ella, yo llevo la enfermedad, ella no me lleva a mí. Yo la tengo, está dentro y yo voy a decidir qué hacer y a dónde ir con ella”.

En ánimos de calmar a mi madre, encontré las palabras que me indicaron cómo viviría esto. Constantemente mi realidad me golpea y escucharme decirlo en voz alta fue mi decreto final. Ya no sería arrastrada, mis palabras me levantaban hacia la batalla que sería, hacia la batalla que sigue siendo, me investí con la mejor armadura que encontré: mis ganas de vivir. Aprendí que es cuestión de escucharse, porque puedes encontrar en ti las respuestas y la mejor manera de enfrentar las batallas que te tocan.

Me he dedicado a abrazar todo lo que venga, bueno o malo. Después de la metástasis me dijeron que sólo viviría 5 años más, han pasado dos y me mantengo positiva en sobrepasar esa fecha. He tenido mis pequeñas victorias, me ha llevado la chingada, pero le da por soltarme para que respire.

Estuve sin caminar 3 años y medio, llegué al punto de estar segura que amputarme la pierna sería mi camino hacia una vida más libre. Llegué a manos de un doctor que me dijo en términos médicos “alto ahí loca”. Con el esfuerzo y generosidad de muchas personas pude conseguir la prótesis de titanio que me permitió caminar de nuevo. Trabajo en una agencia de marketing con jefes y compañeros que no han sido más que respetuosos con mi camino. Tengo un grupo de apoyo bastante sólido y mi familia ha estado incondicionalmente a mi lado.

Me han insistido que si todo sale bien no tienen por qué matarme mis tumores (no han crecido así que ya es ganancia), se podrían quedar conmigo por siempre decorando mis pulmones. Si no, pues ya tengo ideas de mis epitafios “patrona de los tumores óseos” siempre ha sido un buen candidato.

Es frustrante, extraño mucho bailar, correr y salir con libertad. El cáncer quebró todo en mi vida e intento abrazar esto antes de que me abrace a mí.  En el camino he tenido que redescubrir mis relaciones con personas cercanas, con mi cuerpo, mi sexualidad, lo que me gustaría hacer de la vida y lo que es ser mujer.

Durante ese proceso he apreciado lo que el feminismo tiene que aportar a la lucha de miles de mujeres contra el cáncer. Sobre todo en lo que respecta a cómo pensamos sobre nuestro cuerpo y nuestras relaciones con los demás. A mí me ha ayudado a cambiar pensamientos, a ser empática con otras experiencias. Sobre esa línea un día prometí platicarle a las violetas de las peripecias que he escuchado, vivido o me he topado por ser una mujer joven con cáncer. El machismo e ideas patriarcales transgreden la vivencia de enfermedades y considero que dificultan esto que ya es muy duro.

Pero hoy, en el Día Internacional De La Lucha Contra el Cáncer, vengo a invitarte a que si conoces a otra mujer (u hombre) que esté atravesando por esto, familiar o amiga, por favor no dudes en extender la mano, tener compañía siempre es positivo y hace la diferencia. No pienses que no sabes qué decir o hacer, con sólo estar ya haces maravillas, si tienes dudas pregunta qué puedes hacer. Yo te recomiendo que si puedes ofrécete para acompañar a citas y a diagnósticos, hazlo, son momentos muy tensos.

De mujer a mujer te digo, no te descuides, quiérete, cuídate, revísate, tócate. Sin ánimos de asustarte te digo que esto cae cuando menos lo esperas y te recuerdo que la detección temprana es muy importante.

Si estás viviendo tu batalla como yo, vamos bien. No olvides pedir ayuda si la necesitas, yo he aprendido a hacerlo. He tenido días horribles y los dejo fluir, pero cuando considero que ya tuve suficiente sintiéndome miserable, he logrado salir de mis baches insistiéndome lo siguiente: si dejo que mis dolores, incertidumbres, miedos y ansiedades me controlen, me perderé la vida. Dejaré de disfrutar de quienes me rodean y de mí misma.

Después de tanto dolor, decepción y frustración no puedo permitirme eso. Me lo debo. Sean 5 años los que me queden, 10, 16 o 2 no me importa, quiero disfrutar conforme mi cuerpo me permita de la existencia.

Deja una respuesta