Por Karla Victoria Hau Couóh

La canción del grupo Miranda se volvió una constante durante un periodo de tiempo significativo: “nuestra canción”. Para darle contexto a esta canción comenzaré con un breve relato. Es la historia del amor escolar, el enamoramiento de tu mejor amigo y la realización de ese amor. Lo sé, cliché ¿no?

Fue mi mejor amigo en la preparatoria, me gustó al 2° año y en ese mismo perdí la ilusión de estar con él. Viví cada una de sus parejas, así como él vivió las mías por 5 años. Risas, decepciones, confianza y reciprocidad se mantenían como un vínculo durante ese tiempo. Al término de su relación, nos volvimos confidentes y yo comencé a figurar como “la incondicional”. No importa que fuera o que hiciese, yo estaría ahí. Eventualmente comenzamos una relación porque «las mejores parejas son mejores amigos». Las convivencias familiares, las amistades y las carreras particulares hacen que ciertas relaciones experimenten dificultades, en esta situación, ambos aprendimos a mediar respecto a eso.

Un día, la relación terminó. Todo se decidió por chat, aún cuando quise remediarlo o una explicación de frente, simplemente me evitó y cortó todo punto de contacto. Los consejos de sus amigos fueron los que decidieron el cortar todo vínculo para no volver. El consejo de mis amigos fue: «si él no quiere, no queda más que arreglar.» Sin embargo, no es sencillo cortar de tajo toda relación. Nos dijimos tanto y a la vez nada que, aunque no volviésemos a ver, nada sería igual. Ya no había solución para las palabras que salieron de nuestros corazones dolidos, donde ambas partes se tienen la culpa del decaimiento de algo tan hermoso como es el afecto entre dos seres que alguna vez desearon estar juntos toda la vida.

Mi profesión es similar a la de su hermana, laboro con ella en el mismo plantel. Somos compañeras de trabajo y nos desarrollamos en la misma área. Ella demostró su comprensión y, hasta el momento, tenemos una excelente relación. Dejó de ser entre cuñadas para volverse compañeras/amigas. Considero a su hija mi sobrina hasta el momento, mi cariño se mantiene hasta que ellas decidan lo contrario. Entonces ¿es fácil superar una relación cuando mantienes un contacto frecuente con gente cercana? No, no lo es, pero les prometo que no es imposible. Agradezco la madurez y el respeto hacia mi persona de no mencionarlo y siendo objetivos mirándome como una colega, en vez de «la ex».

Fueron 5 años de relación que merman en mi historia, que hicieron ruido en su momento y que el silencio actual creó un caos en el desarrollo de mi vida: ¿alguien me volverá a amar? si ni con mi mejor amigo puedo estar ¿alguien será capaz de “soportarme”? ¿qué hice mal? ¿no merezco una explicación? ¿FUI tan poco para que no se atrevan a darme la cara? ¿por qué no vuelve? ¿había alguien más? ¿se cansó de mí? ¿será que realmente no me amó? Preguntas constantes que volvían día tras día, hora tras hora. Las lágrimas surtieron efecto un tiempo mientras no encontraba las respuestas.

En este lapso de tiempo, donde las preguntas podían más que las respuestas acudí a distintas personas: mis cinco amigas de la carrera, mi mejor amigo y mi madre. Las primeras se enfocaron en una recuperación hacia mi persona, no en denigrar al otro, en buscar diversos métodos para dar los pequeños pasos a la superación (créanme que no necesitan odiar a alguien para sanar). Mi mejor amigo buscó que fuera corriendo a sus brazos, entonces descubrí quiénes estaban a mi lado. Mi madre: incondicional; hasta el día de hoy no ha dicho ninguna palabra en contra de él, lo aprecia por lo que fue, pero se concentró en mi recuperación tras el ultimátum de la 3° semana en la que me desahogué: «¿qué necesitas? ¿psicólogos? Vamos a uno ¿una actividad? La buscamos ¿el gimnasio? Paga tu mensualidad y ve. No puedes continuar de esta manera.»

Aquí es donde comienza todo: vuelvo al gimnasio, me reciben con los brazos abiertos y comienza mi entrenamiento. Les juro que volví a dormir sin pensar en algo relacionado a él. Mi trabajo ayudó en el crecimiento profesional de mi persona y todos contribuyeron a que lo realizara. Comencé a arreglarme un poco más, por mí, para mirarme al espejo y ver que por el exterior estaba comenzando el cambio, que eventualmente así me sentiría en el interior. Me refugié en mis amigos con las salidas a comer, idas al cine, charlas por chat y pláticas telefónicas cuando sentía que la tristeza podía llegar. Mis perritos fueron el mejor consuelo, canalicé ese amor hacia ellos, con mimos y convivencia hasta que las sonrisas comenzaron a ser parte de mi día a día.

Todos te dirán que lo olvides, que dejes de llorar, que no tienes por qué estar triste, que debes sonreír… en fin, todos te dirán «que debes hacer». Actúa según lo que TÚ consideres apto: llora, desahógate, grita e insulta hasta que sientas una pequeña ligereza, toma eso que se fue y levántate. Está bien sentirse triste, pero no dejes que eso pueda más que tú. No te odies, si terminó una relación fue por ambos, no exclusivamente por ti. Si te miras al espejo verás a alguien diferente, no conoces a esa persona a pesar de ser tú ¿duele verdad? Pero es alguien que estás por conocer, que poco a poco mostrará otro lado de ti, con la que descubrirás que eres fuerte de una manera especial. Ambas son tú. Sólo tenemos que aceptarla y nombrarla como es: experiencia.

Tendrás mil repercusiones y anhelos al pasado, pero te prometo que un día dejarán de estar y se irán. Superas una relación no a una persona, tenemos experiencias diferentes, en toda tenemos obstáculos y en todas salimos tarde o temprano. No te precipites, todos tenemos nuestro propio ritmo para avanzar.

Fui perfecta por 5 años en lo que duró la relación, en lo que fui amiga y confidente. Él fue perfecto para mí por 5 años, de la misma manera. Duró lo que tuvo que durar. Quizás ahí radicó nuestro error: una idealización de perfección que, cuando dejó de serlo, se desbordó en distintas características que distaban de ser nosotros. Ahora puedo mirar atrás, debido al corto tiempo de separación, aún hay melancolía, pero ahora sé que no debo ser ideal ni perfecta para nadie, sino para mí.

Cuando miro el espejo ya no puedo ver a la que lloró hasta dormir, puedo ver una sonrisa diferente y anhelos cercanos. Que, con todas mis imperfecciones, miedos, impulsos, locuras, carcajadas y excentricidades, soy yo. No estoy sola. Lo mejor que puedo encontrar cuando me postro es que estoy ahí, me perdí un tiempo y me reencontré. Algún día habrá alguien que ame con la misma intensidad con la que me amo ¿Y si no? ¡Qué importa! Me tengo a mí, hay gente importante alrededor y otras facetas que debo reconocer en el transcurso.

El amor más perfecto es el que se tiene uno mismo.

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