Por Aidé Ríos
Una de las etapas más difíciles que he tenido, la viví tras la ruptura con mi primer amor de la Universidad. Él era uno de los más guapos de la generación y una especie de lo que se considera «chico bueno», estuve perdidamente enamorada de él durante mi primer año de ingeniería. Es importante anunciar desde ahora que tardé años en descubrir y aceptar un hecho muy simple:
nadie tiene que quererte porque tú lo quieras, nada lo obliga a ello.
La historia entre él y yo puede resumirse de la siguiente forma: él fue mi Summer (afortunadamente los míos fueron menos de 500 días). Nunca quiso una relación seria conmigo pero sí cuando ella apareció. Muchos años me cuestioné por qué había pasado esto, nos comparé a ella y a mí en todos los aspectos sin hallar la respuesta que me satisficiera. Además, hice algo que no debía haber hecho nunca y enfoqué todo mi odio hacia ella cuando había sido yo en gran medida la responsable de aceptar una relación de ese tipo y sobre todo cuando era él quien ya no había querido estar conmigo para formalizar con ella.
La Universidad y en particular mis amigas me hicieron ver el mundo con otros ojos y darme cuenta, entre otras cosas más, de cuánto se nos ha inculcado el culparnos a nosotras y a otras por el poco éxito en una relación, pero casi nunca a ellos de una manera justa. No tenía idea de lo mucho que esto me serviría después.
Ocho años después de esta relación conocí a mi novio. Al principio no tenía idea de lo difícil que puede resultar enfrentar situaciones que no esperabas, que te sacuden la seguridad y los planes que tenías. Él concibió una hija no planeada semanas antes de comenzáramos a salir (a la Blue Valentine) y en sí, no me costó tanto aceptarlo como el hecho de saber que muchos de mis planes y de nuestros planes ya no se verían realizados.
La vida te puede llevar por diferentes caminos y eso necesariamente no tiene que ser malo, lo que sí creo que hace mucho daño es sufrir por cosas que están fuera de nuestro control y aferrarse al pasado y, en particular, a los errores.
Al principio lidiar con la mamá de la hija de mi novio fue difícil, sobre todo porque ellos habían vivido una especie de relación como la de Tom y Summer en donde ella también había jugado el papel de Tom. Su inmadurez, pese a tener mi misma edad, la hizo canalizar su rencor en mi y odiarme porque creía que yo le había quitado algo que en realidad jamás había tenido como tal. Al principio honestamente sentí cosas negativas por ella, la culpé por arruinar mis planes y le deseé el mal.
Por fortuna no me tomó mucho tiempo el darme cuenta de lo mal que estaba actuando y comencé a sentir empatía por ella, y más que caer en un juego de peleas sin sentido, lo que yo quería es que se diera cuenta de lo que a mí me había tomado años entender: la responsable no era yo, así como la culpable nunca fue la ahora esposa de mi ex novio. Los responsables de lo acontecido eran ella y mi novio, nadie más y tendría que lidiar con eso para poder sanar.
Otro aspecto que debo externar es que estoy profundamente convencida de que las personas podemos cambiar, de que somos capaces de realizar los actos más bondadosos, generosos y amorosos aún cuando en el pasado pudimos haber hecho mucho daño. Mi novio no fue la mejor persona con la mamá de su hija, pero conmigo ha sido todo lo contrario. En realidad me ha costado imaginarme esa versión anterior de él pero tampoco creo que sea útil hacerlo puesto que es su pasado, el pasado.
No voy a decir que fue sencillo y que lo siga siendo, pero después de una plática en la que yo me sinceré con ella y le dije lo que había vivido en mi relación pasada, creo que fue más fácil crear un vínculo, no digo que de amistad porque creo que eso es complicado aún, pero sí de cordialidad y respeto. Aún me queda un gran camino por recorrer, pero estoy muy esperanzada de las cosas que pueden resultar de la sororidad entre nosotras. La gran enseñanza de ésta y de otras situaciones es que siempre hay que procurar ser más nobles, generosos y, sobre todo, más sensibles a las necesidades de los demás porque cada uno tiene una historia.
Estoy agradecida con todas las amigas que me aconsejaron y me escucharon cuando sufrí una serie de dudas de sí iba a poder sobrellevar esta situación, no sé qué hubiera hecho sin ustedes, todavía no sé lo que haría. Este texto se los escribo a manera de homenaje, porque nos necesitamos entre todas.

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Hola Aidé, me da muchísimo gusto leerte. Estoy de acuerdo contigo, en realidad muchas veces sufrimos por inmadur@s, porque no sabemos cómo controlar nuestras emociones y sentimientos. El dolor, el orgullo, la venganza nos ciegan pero al final somos nosotr@s mismos los que nos metemos al pozo y, además, lo tapamos con concreto para no salir jamás.
Me parece que debemos ser conscientes de que estamos en este mundo de paso, que la vida es muy corta para perder el tiempo sufriendo o deseando lo que no podemos tener, muchas veces por capricho, otras por vanidad. Debemos vivir al máximo, disfrutarnos a nosotr@s mism@s, nuestra juventud, nuestra salud, nuestra familia, el sol, el viento, todo lo que nos rodea y nos hace, al mismo tiempo, ser parte de ello. Tenemos tanto que agradecer porque tenemos que comer, porque nuestro país no está en guerra, porque estamos física y mentalmente sanos, porque podemos ayudar a otros y dejar que otros nos den su mano también. Como diría Facundo Cabral, «no estás deprimido, estás distraido». https://www.youtube.com/watch?v=VOf44Pi5TF0