Tsunami hace honor a su nombre y arrasa con uno, es imposible leerlo y quedar indiferente. Gabriela Jauregui se merece una ovación de pie por haber reunido tan buenas voces que ponen en el panorama algunas de las realidades a las que se enfrentan las mujeres aquí en México, y estoy segura estas realidades se replican en América latina. 

Jauregui explica en el prólogo que ya no podemos seguir hablando de olas feministas, y tiene razón. Esas divisiones implican que cada generación u ola está dividida completamente, y tal vez en principio fue así, pero ya no lo es. Las olas se mezclan, las de las generaciones antiguas, las de nosotras y las que vienen tenemos que dejar de dividirnos, no avanzaremos así, tenemos que ser como el tsunami que armó Jauregui en un libro: una gran comunidad que escucha, comprende y actúa activamente para lograr erradicar el machismo que nos hiere a todos por igual.  

Y para empezar, este libro es una muy buena opción. Porque nos da un atisbo de lo que hay allá afuera. Uno de los textos que más me impresionó del libro fue el de Yasnaya Elena, quién pertenece a la comunidad mixe y es por tanto indígena. En su texto habla de la difícil relación de las mujeres indígenas ante el feminismo: ellas ya están atravesadas por una cuestión aún mayor, su identidad está marcada por la de ser indígenas y lo que eso implica a nivel estado e individuo. Es un texto fuerte, que provoca preguntas, que en definitiva te hace notar un privilegio que no sabías que tenías, solo por no pertenecer a una comunidad indígena. 

Otro texto que me impresionó fuertemente fue el de Daniela Rea; su contribución son los fragmentos de un diario que abarca su proceso de maternidad. Ella quería ser madre, pero querer serlo no significa que el proceso sea fácil o incluso que todo el tiempo sea bonito y así lo vemos en su diario. Es para mí uno de los textos más íntimos del libro, e igual de los más difíciles de digerir. Rea tiene dos hijas y las ama pero la maternidad la rompe, la hace cuestionarse, la hace no entender. Y le agradezco, porque siento que lo que hizo fue darnos permiso de atisbar un lado de la maternidad que no cualquier mujer permite ni aceptar para si, ni que nadie más vea.

Si el de Rea es un texto íntimo, el de Sara Uribe es casi una invasión a su vida privada. Nos permite llegar a más profundo de ella; habla del maltrato de su padre, de la violencia que vivió su madre y de cómo terminan ella y su hermana sin tutor ante el estado. Sara logró salir de ahí, logró salir viva y sabe que pudo no ser así y hacia el final del texto se rompe con los recuerdos, ni ella misma sabe cómo pudo escribirlo, y uno no sabe qué hacer con lo que lee. 

Y es que eso es lo que pasa con el feminismo: en algún punto uno ya no sabe qué hacer. Porque parece que el mundo se te viene encima, ver y entender la violencia que siempre ha estado allí velada y encubierta de normalidad genera angustia y parece que nunca va a acabar. Es por eso que no podemos seguir dividiéndonos por olas, por generaciones ni por nada más. Es por eso que necesitamos aprender a escucharnos y acompañarnos, porque enfrentarlo solas nos acaba, la fuerza está en el tsunami: tenemos que ser esa fuerza que lo sacuda todo, que elimine aquello que ya debe desaparecer.

Hay más textos en el libro, algunos menos difíciles de digerir, lo que me parece una elección acertada por parte de Jauregui: el libro hiere por las realidades pero también sana, igual que el feminismo.

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