Esta no es la primera vez que escribo sobre las sorpresas que me depara la vida y mi cuerpo. Si aún no conocen el mágico historial médico que me cargo desde 1991, aquí les presento un breve resumen:

-Amigdalectomía.

-Nefrectomía (no tengo el riñón izquierdo).

-Reposo un mes por lesión en la rodilla.

-Otros inconvenientes menores: contractura de espalda, extracción de dos muelas del juicio, y no puedo dejar fuera de esta lista mis múltiples episodios de ansiedad / neurosis cual personaje creado por Woody Allen.

Después de atormentar a mis padres durante 26 años, cualquier persona estaría segura de que me encuentro exenta de otra sorpresita culera. Qué equivocada estaba… siempre hay tiempo para una tragedia más. Prepárense para mi más reciente musical llamado: “un papanicolaou me salvó la vida” (en teoría así debe ser)

Por una serie de malestares tuve que acudir con la ginecóloga, no se asusten todavía, resultó ser una simple infección. La doctora insistió en que necesitaba hacerme el papanicolaou (desde el 2016 no pisaba su consultorio) por lo que después del tratamiento debía regresar. Era súper importante que me lo hiciera y la verdad es que yo no estaba preocupada en lo absoluto. El día de la prueba fue una verdadera pesadilla: primero porque a pesar del tratamiento que eliminó la infección, mi cuello uterino seguía inflamado; segundo, porque tenía un tejido extraño que NO debía estar ahí y tercero, porque el tiempo que tuve el famoso espejito se me hizo e t e r n o. Ese tejido anormal debía ser removido y a primera instancia la doctora me aseguró que sólo lo iba a cauterizar. Se trataba de un proceso sencillo de bajo costo que realizaría ahí mismo en el consultorio, pero primero había que esperar los resultados para confirmar el procedimiento que debía hacer.

 

Jamás me imaginé todo lo que estaba por venir.

Diez días después mi mamá me hizo el grandísimo favor de ir por mis resultados y ahora que lo pienso, me alegro de que haya sucedido de esa manera. Fue el viernes 6 de julio a media mañana cuando mi madre me llama y lo único que vagamente recuerdo es lo siguiente:

—¿Qué pasó?

—¿Te dijo la doctora cuánto va a costar el procedimiento?

—Sí, $800 la sesión, deben ser una o dos

—No, son $8000

En ese momento entré en pánico porque yo estaba segura que eran $800, de ninguna manera podría estar equivocada, era un cero de más (que sin duda alguna recordaría) y demasiada la diferencia. Después, como si fuera la maestra de Charlie Brown, escucho a mi mamá intentando explicar que ese tejido extraño tenía “celulas anormales”, era muy urgente extirparlo y analizarlo. “No es cáncer, la doctora me asegura que no es cáncer, pero esto tiene que hacerse ya”, corte A, me puse a llorar desenfrenadamente fuera de la oficina porque no lo podía creer. Demasiadas malas noticias para digerir en tan poco tiempo, en un viernes por la mañana. ¿De dónde voy a sacar el dinero? ¿y si resulta ser más? ¿y si es cáncer? ¿y si no es cáncer, entonces qué es? ¿cuánto tiempo voy a estar ingresada? ¿cuánto tiempo no voy a trabajar? Entre mi estrés repentino y el llanto, quedé con mi mamá que hablaría con mis jefes mientras ella se ponía de acuerdo con la doctora para programar la cirugía, porque claro, ya no sería un “proceso sencillo” y tampoco de bajo costo. ¿Ya les mencioné que no cuento con ningún seguro médico a pesar de mi terrible historial?

En menos de quince minutos mis jefes ya estaban enterados de la situación y contaba con su apoyo para estar ausente por una semana o más días si era necesario. Cuando mi mamá me marcó de nuevo, puso a la ginecóloga más dulce, paciente y amable que he conocido al teléfono:  

—Hola Jess, ¿cómo estás?

—Muy alterada

No recuerdo su respuesta a mi evidente histeria, pero lo que nunca, nunca voy a olvidar fue esa poderosa frase, lo que me hizo saber que yo les contaría esta historia: “(…) lo maravilloso de todo esto es que te hiciste el papanicolaou a tiempo, lo detectamos a tiempo.” Esas palabras lograron calmarme. No sé cómo o porqué razón, pero le creí. No era cáncer pero tenía que hacerme una biopsia lo más rápido posible; se realizaría en un quirófano porque estaría sedada y con anestesia local. Fue así que todo se programó en una clínica privada para el sábado 7 de julio a las 3:00 pm.

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