Por Ana Eme

Dicen que el miedo paraliza.
Miedo al y sí…
Miedo al que me vean vulnerable…
Miedo al prójimo…
Miedo a la soledad…
Miedo a lo desconocido..

Pero la aventura empieza donde el miedo termina.

Comenzó a la edad de 23 años aunque el bicho viajero ya lo traía en el ADN, pero para ese entonces, a mis 23, había elegido irme de intercambio dentro de mi país, Puebla fue el destino.

Cuántas veces no escuché decir a mi papá, familiares, amigos…

    1. ¿No te da miedo irte sola?
    1. ¿Por qué Puebla? Parece peligroso.
  1. ¿Y si mejor te vas con otra amiga?

Las respuestas fueron:

    1. Claro que tengo miedo, pero lo voy a hacer.
    1. Porque se ve bonita, es céntrico y porque quiero.
  1. No, me quiero ir sola. ¡Tengo que vivir esto!

Y así fue… y me encantó, amé todo lo que viví, todo lo que gracias a ese viaje me permitió conocer de mi país, conocí todo el sur de mi México. Lo único que necesité fueron las ganas y mi mochila. Hice amigos de diversas partes del país y del mundo.  En estos cinco meses fuera me hice de un segundo hogar, una segunda familia que me acogió como si hubiera sido parte de ella desde el día uno y puedo decir que a seis años de vivir esta aventura sigo visitando a mi familia Poblana cada que puedo.

En este viaje puedo decir que lo único que perdí fueron los miedos y si acaso una combi que me llevaría a casa de mis amigos y en el que terminó dándome ryde una ambulancia, pero eso ya es otra historia.

¿Me arrepiento de algo?
La respuesta es NO, todo lo que viví pasó como tenía que haber pasado.

Lo único que me queda por decir es que el miedo paraliza y por miedo podemos perder una vida, más buenas experiencias, el crecer, el madurar. Viajar, independiente de la forma en que lo hagas (turista o mochilero), enriquece el alma. Sé agradecido con todo aquel que te topes en la ruta y sobre todo haz las cosas con el corazón.

Deja a tu espíritu viajero ser libre en esta ruta que llamamos vida.

Deja una respuesta