Por Jess Escobedo

 

Desde muy pequeña noté que las mujeres me parecían tan atractivas como los hombres. Nunca sentí culpa de eso pero sabía que era algo que tenía que ocultar. A los 14 años, una amiga de la secundaria me comenzó a atraer de manera romántica, estábamos en el último año y cada vez nos volvíamos más y más cercanas. Poco a poco comencé a tener sentimientos y emociones que no había sentido por nadie más y el hecho de que fuera por una chica realmente no me importaba, pero el pensamiento de “no le puedes contar a nadie” era permanente en mi cabeza. Curiosamente, el pensamiento “eres gay” no era algo que me preocupara, no sentía ansiedad por definir mi preferencia sexual, incluso hasta la fecha sigue sin preocuparme definirla.

 

No faltaron las personas curiosas, que notaban que dos chicas eran demasiado cercanas y querían saber qué pasaba o que no pasaba, me parece que había una necesidad por confirmar sospechas. Claro que en pleno 2010, en un contexto de secundaria y adolescentes inmaduros, dos chicas con una cercanía fuera de “lo normal” llamaría mucho la atención. Fue un momento doloroso, sentía que mi intimidad quería ser expuesta en un momento que solo nos teníamos una a la otra. Fue complicado explicar lo que pasaba entre nosotras con nuestros amigos cercanos, porque a pesar de que confiábamos en ellos y sabíamos que no nos juzgarían, simplemente no estábamos listas para compartirlo.

 

La bomba no explotó

La secundaria por fin terminó, cada una fue a una preparatoria diferente pero la relación perduró aproximadamente dos años. Casi la mitad de la relación se mantuvo en secreto, la razón principal era para no dificultar la convivencia familiar, es decir, que pudiésemos visitar la casa de la otra sin problemas. Mi hermana fue a la primera persona que le conté de mi relación y me apoyó incondicionalmente.

Mi pareja y yo comenzamos a tener muchas diferencias, era normal puesto que teníamos 16 años y éramos muy jóvenes para sobrellevar una relación seria y en secreto. Cuando todo comenzaba a ir bien, su madre encontró una carta que yo le había escrito exponiendo nuestras diferencias y dificultades en la relación ¿y creen que la bomba explotó? No, al menos en mi casa no fue así, observé cómo su madre habló con mi madre, ella no me dijo nada al respecto. En vez de preguntarme abiertamente sobre mi relación, decidió hacerme la ley del hielo y fueron algunos días después que yo me atreví a preguntarle qué le pasaba conmigo, porque me había estado tratando de manera muy seca y fue cuando me dijo “tú debes saber que me pasa”. Para mi mamá fue realmente difícil confrontarlo y cuestionarme, pero sobre todo me parece que no quería escuchar las respuestas, recuerdo que su enojo era el hecho de que yo no le había tenido la suficiente confianza para contarle. Ella se quedó la carta que solo mi novia y yo debíamos haber leído. Por su parte, mi papá no dijo nada, a veces pienso que mi mamá hablaba por los dos. Los recuerdos de los siguientes días son vagos, no recuerdo cómo fue que comenzaron a aceptar a mi novia pero lo hicieron.

Recuerdo haber encontrado la carta que le había escrito a mi novia en la cartera de mi mamá y como acto simbólico la quemé, no se me hacía justo que guardara algo mío y de mi pareja sin mi consentimiento.

 

Yo no era “natural”

Este es el recuerdo que más me marcó sobre esta etapa de “aceptación” que vivieron mis papás. Supongo que era un domingo familiar o algo por el estilo, tíos y tías estaban en la mesa tomándose unas cervezas y charlando. Cuando llegas a la edad de tener pareja y sigues soltera, no falta que en las reuniones familiares te hostiguen con la pregunta “¿Y el novio?” porque, claro, asumen que eres una chica heterosexual que entre sus metas personales es encontrar el novio perfecto. Los primeros cuestionamientos se dirigieron hacia mis primos, para luego seguir con mi hermana mayor y cuando finalmente me preguntaron a mí, fue mi madre quien interrumpió diciendo “a ella ni le pregunten” y yo sólo permanecí callada. La conversación incluyó el tema de las parejas del mismo sexo, entonces mi papá expresó su verdadera opinión (a sabiendas de que yo tenía novia): que esas pareja “no eran naturales”, incluso mencionó algo sobre la biblia para sustentarse. Ya habían ocurrido algunas semanas desde que supieron sobre mi noviazgo, por esta razón fue una sorpresa ya que el silencio de mi papá significaba para mí que él aceptaba mi relación pero evidentemente pensaba que mi preferencia era algo anormal, antinatural y socialmente inaceptable. Y aunque no hablaba de mí directamente, me sentí directamente aludida y atacada, sin embargo, no podía defenderme sin “delatarme” ante toda mi familia. Al día siguiente, conversando con mi mamá entre llantos y reclamos, me pidió disculpas pero hasta ahora nunca he tocado el tema con mi papá.

 

Con el tiempo

El tiempo fue acomodando todo, la convivencia entre mi novia y mi familia fue bastante tranquila y agradable por muchos meses, pero lamentablemente la relación ya no daba para más y después de terminar seguimos frecuentandonos como amigas. Esto aún era un problema para la familia de ella, en especial para su mamá, teníamos que mentir para seguir viéndonos y claro, yo no era bienvenida en su casa desde que nuestra relación se supo. Su mamá realmente no quería que siguiera conviviendo conmigo ni con mi familia, entonces los encuentros eran cada vez más incómodos hasta que un día hubo una discusión bochornosa entre mis papás y su mamá. Todo era demasiado caótico, así que no la vi por aproximadamente un año o más. A hora tengo 22 años y ella 23, seguimos siendo muy buenas amigas, pero si va a mi casa no puede decirlo.

 

Reflexión

Cualquier relación de pareja puede sobrellevar muchos conflictos pero un relación homosexual también debe lidiar con el estigma social, la discriminación y homofobia.

Actualmente ignoro como se tratará ahora en las secundarias la diversidad sexual y la socialización de la misma, pero hace 8 años nadie quería ser gay en mi secundaria, es decir, era raro que una persona lo dijera abiertamente sin esperar ser burlado, cuestionado y en el caso de las mujeres, recibir mucha atención por el sexo masculino por la sexualización que viene de la industria pornográfica por la fetichización de las relaciones lésbicas. Así que es entendible porque mi pareja y yo no queríamos compartir nuestra relación, no sentíamos la necesidad de hacerlo hasta que nos vimos presionadas por nuestras familias. Hasta la fecha, me cuesta compartir con mi familia mi vida amorosa, incluso si es con un hombre no me siento cómoda compartiendo esa información, he preferido mantenerlo en privado.

 

 

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